ADANISMO Y BUENISMO
O la izquierda empieza a querer un poco a España, o España dejará definitivamente de querer a la izquierda.
Estas son las dos características más recurrentes y más perniciosas en los nuevos líderes del centro izquierda español. Las tenía ZP y las tiene Sánchez. El centro izquierda español tiene un problema y lo tiene en el ADN. La izquierda francesa, por ejemplo, nunca daría bola a los independentistas, nunca. Aquí la izquierda comete el error de hacerlo constantemente. Nadie, de dentro, se para a pensar que no hay nada más contrario al ideario de la izquierda que el nacionalismo. La izquierda ha de tener vocación internacionalista, el nacionalismo la tiene regional; la izquierda cree que los derechos son de las personas, el nacionalismo cree que son de los territorios…. Podríamos seguir con mil y una contradicciones que apuntan a que la izquierda moderada no puede en ninguna medida simpatizar con una ideología rancia, medieval, derechosa y supremacista. Pues lo hacen. Cada vez que hablas con alguien de “izquierdas” y sale el monotema te reconocen que sí, que estos tíos son xenófobos, intolerantes y supremacistas, pero al segundo te salen con la frasecita, la consigna, el apunte que blanquea sus actos. Y la gente no traga ya. Las elecciones andaluzas han mostrado que hay un amplio sector del electorado que está harto de esta connivencia. Sánchez creía que con su “desinflamación” iba a meter en razón a los independentistas. Nada más lejos de la realidad. La ha cagado. Adanismo político a manta, ¿es que cree que eso no se ha intentado antes?
¿Y el buenismo? ¿Acaso no hay que ser un poco lerdo para soñar que el Consejo de Ministros del 21 iba a suponer el fin del conflicto? Se imaginaba a sí mismo y a su gabinete llegando aclamados a Barcelona, con los independentistas diciendo “¡hemos visto la luz, hemos visto la luz!”. Vaya genares. Este asunto le ha costado probablemente las elecciones. Y no aprenden. Porque la base del asunto es ideológica, programática e intelectual.
O la izquierda empieza a querer un poco a España, o España dejará definitivamente de querer a la izquierda. Y ahí asoman la patita, los neorrancios de Casado o a lo peor, Vox.
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