Las razones de un éxito
Amigos, os incluyo un artículo que se publicó en La Verdad de Murcia sobre El Misterio de la Casa Aranda
JOSÉ BELMONTE SERRANO
El éxito es uno de los mayores misterios que existen sobre la faz de la tierra. Además de la publicidad, de una promoción costosa e insistente, de las peculiaridades de lo ofertado -sea un producto alimenticio, o, sencillamente, un ser humano, que a la larga es tratado como aquél, como un verdadero objeto-, existe siempre un componente que escapa a la sabiduría de los expertos, que, la mayor parte de las veces, se sienten perplejos ante el giro tan extraño que rompe por completo todas sus previsiones. Nadie sabe aún, por ejemplo, cómo es posible que una novela como El nombre de la rosa, de varios cientos de páginas, con un contenido que sólo los más avezados en la lectura son capaces de descifrar y entender, de un autor, Umberto Eco, sólo conocido, por aquel entonces, en los años ochenta, por los semiólogos por sus trabajos especializados dentro de este campo. Misterios de la vida. La obra fue vendida en todos los países y fue llevada al cine, a pesar, como ya se ha dicho, de que su trama nada tiene de sencilla. El éxito, éste más reciente, de la novela de Jerónimo Tristante (Murcia, 1969) El misterio de la casa Aranda, aunque aún muy lejos de las ventas y de todo el tinglado mediático del libro de Eco, también merece una reflexión. Autor prácticamente desconocido, aunque no del todo nuevo en el oficio. Escasa promoción y una editorial que no es ni Planeta ni Alfaguara, Maeva. Tristante, acaso sin saberlo -después de todo, ha escrito la novela que a él le apetecía escribir- ha dado en el corazón de los lectores de este recién estrenado siglo XXI. Ha urdido una trama en la que se combina el misterio, lo esotérico y lo fantástico, sin renunciar jamás a lo puramente realista. Y ha puesto sobre el tapete un enigma que es preciso descifrar y para lo que va aportando pistas a lo largo de su relato. Una obra, además, divertida de leer, y con un protagonista, Víctor Ros, que recuerda mucho no a los héroes de la literatura postmoderna, un poco hoscos y antipáticos, de colmillo retorcido, sino a los de la novela tradicional, con unas dotes especiales para convertir en obvio lo más intrincado gracias a su intuición y a su inteligencia. Todo ello, aderezado con un lenguaje al alcance de todos los públicos. Con un paisaje reconocible, y una historia de amor que deja en la estacada al mayor de los folletines. Los ingredientes son perfectos. Y ese misterio que envuelve al éxito ha funcionado a la perfección. Más no se puede pedir.
JOSÉ BELMONTE SERRANO
El éxito es uno de los mayores misterios que existen sobre la faz de la tierra. Además de la publicidad, de una promoción costosa e insistente, de las peculiaridades de lo ofertado -sea un producto alimenticio, o, sencillamente, un ser humano, que a la larga es tratado como aquél, como un verdadero objeto-, existe siempre un componente que escapa a la sabiduría de los expertos, que, la mayor parte de las veces, se sienten perplejos ante el giro tan extraño que rompe por completo todas sus previsiones. Nadie sabe aún, por ejemplo, cómo es posible que una novela como El nombre de la rosa, de varios cientos de páginas, con un contenido que sólo los más avezados en la lectura son capaces de descifrar y entender, de un autor, Umberto Eco, sólo conocido, por aquel entonces, en los años ochenta, por los semiólogos por sus trabajos especializados dentro de este campo. Misterios de la vida. La obra fue vendida en todos los países y fue llevada al cine, a pesar, como ya se ha dicho, de que su trama nada tiene de sencilla. El éxito, éste más reciente, de la novela de Jerónimo Tristante (Murcia, 1969) El misterio de la casa Aranda, aunque aún muy lejos de las ventas y de todo el tinglado mediático del libro de Eco, también merece una reflexión. Autor prácticamente desconocido, aunque no del todo nuevo en el oficio. Escasa promoción y una editorial que no es ni Planeta ni Alfaguara, Maeva. Tristante, acaso sin saberlo -después de todo, ha escrito la novela que a él le apetecía escribir- ha dado en el corazón de los lectores de este recién estrenado siglo XXI. Ha urdido una trama en la que se combina el misterio, lo esotérico y lo fantástico, sin renunciar jamás a lo puramente realista. Y ha puesto sobre el tapete un enigma que es preciso descifrar y para lo que va aportando pistas a lo largo de su relato. Una obra, además, divertida de leer, y con un protagonista, Víctor Ros, que recuerda mucho no a los héroes de la literatura postmoderna, un poco hoscos y antipáticos, de colmillo retorcido, sino a los de la novela tradicional, con unas dotes especiales para convertir en obvio lo más intrincado gracias a su intuición y a su inteligencia. Todo ello, aderezado con un lenguaje al alcance de todos los públicos. Con un paisaje reconocible, y una historia de amor que deja en la estacada al mayor de los folletines. Los ingredientes son perfectos. Y ese misterio que envuelve al éxito ha funcionado a la perfección. Más no se puede pedir.
Comentarios
quizás escribo donde no debo, pero quería ponerme en contacto con el autor simplemente para felicitarle y no sé donde hacerlo, ni he visto su email por ningún lado.
Acabo de leer "1969" y me ha encantado. Me llama la atención que el autor habiendo nacido precisamente en ese año, haya sido capaz de recrear tan bien el ambiente de la Murcia de aquellos años.
Yo soy algo mayor, nací en el 53, pero viví esa época, sobre todo aquella que mejor recuerdo, desde el 70 en que entré en la Universidad.
Un hermano mío, nacido en el 51, me dijo que había estudiado, en el Colegio San Antonio, en la C) Vinader, con un hermano del autor, y yo pensé que Jerónimo sería solo algo más joven, quizás de mi edad, pero ya veo que, al parecer, se llevan, ambos hermanos, bastante diferencia.
Leyendo el libro me han venido a la cabeza todas las imágenes de mi adolescencia y juventud. Aunque hay cosas que echo de menos y que me extraña que no haya reflejado: por ejemplo, tratándose de una novela con muchas referencias a prostitutas, debería haber referenciado en algo a la Cuesta de la Magdalena, o la C) Huertas (junto a Sagasta)verdaderas sedes de la prostitución de la época. Hablando de cines, se olvida el autor del Cine Imperial, un cine de verano que era el patio del Colegio San Antonio y que lindaba, muro de por medio, con la Cuesta de la Magdalena, por un lado, y con un Convento de Clausura por el otro.
Otro cine, cutre a más no poder, era el Popular, entre Simón García y el Castillejo, además del Teatro Circo Villar, donde sí recuerdo que se hablaba de las pajilleras (¡¡¡genial esta referencia!!!) a las que, sin embargo no ubico en el Rex que era bastante más señorial.
Hay otra imagen que también echo de menos y es el Plano de San Francisco, los jueves, día del mercado, cuando venían las huertanas al mercado en tartana, o en galera, en concreto la que llevaba el conocido como el Chepao de la Galera, rodeados de puestos de chufas y coco.
No recuerdo que, en el 69, estuviera la Comisaría en la Plaza de Santo Domingo, lo que sí estaba allí, antiguamente, era el Gobierno Civil.
Por cierto, que a los miembros de la Brigada Político Social no se les llamaba "de la Político Social", sino simplemente "de la Social" o "sociales", sobre todo a partir del 71 en que empezó a visualizarse una cierta oposición estudiantil, particularmente en Medicina.
En cualquier caso, perdón por escribir aquí y, si no es el sitio adecuado, pues se quita en comentario y no pasa nada.
Saludos
NOTA: he editado el comentario porque había observado algún error que se me había colado. Perdón.